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jueves, 14 de enero de 2016

LA INIQUIDAD DE LAS SOMBRAS (24) Por Daniel Barragán

CAPITULO XVII
PRIMERAS PISTAS

Habían pasado ya cinco meses cuando, casi por casualidad, hallé una pista que valía la pena de tener en cuenta.

La férrea intervención de Gobierno Central sobre los medios de información, al que se sumaba una creciente interferencia ambiental, había logrado que la velocidad de transmisión de datos disminuyera ostensiblemente. Obtener una simple información a través de Overnet se transformaba en una titánica tarea, que podía llevar varias horas de búsqueda, muchas veces inútil e intrascendente. Afortunadamente, tenía de mi parte una gran ventaja.

A pesar que Ulric era, como lo había sido Serkis, un auténtico apasionado por los tiempos pasados, no había dejado de lado a la tecnología. Cada una de las habitaciones de su inmensa mansión contaba con un moderno omnicontrol de pantallas plásmicas múltiples accionada por voz, al que le había sido adosado un banco de datos de varios Terabytes de memoria. Esto permitía contar con una gran cantidad de información, que permanecía independiente del flujo informático de Overnet.

A todo esto le debía sumar una enorme biblioteca, que ocupaba las amplias paredes de casi todas las habitaciones, formada por diarios personales de reconocidos investigadores, datos arqueológicos, libros antiguos cuyas hojas corrían serio riesgo de verse dañadas por la excesiva manipulación y escritos profanos, que muy pocos ojos habían tenido la oportunidad de leer. 

Aún así, muchas veces me sentía caer en la desesperación, pues la cantidad de información superaba con creces mi ansiedad por averiguar el misterio que me rodeaba. 
Tan solo la generosa ayuda del profesor Ben Zaffir evitó que me sumiera en una profunda depresión. Tanto él como su esposa Kheila fueron más que cariñosos con mi persona. Durante esos largos meses creí que por fin había logrado ganar algo de paz en mi atormentada alma. 

Más de una vez me sorprendí frente a mi computadora personal, con el sincero deseo de poder comunicarme con la dulce enfermera que había sabido ganar mi corazón. Un grato sentimiento que le daba a mi cruzada la fuerza necesaria para continuar con toda esa locura que amenazaba con destruirme.

Por supuesto, estaba totalmente equivocado y toda esa calma fue rápidamente olvidada por la realidad de mis descubrimientos.

Cierta tarde, luego de varios días de infructuosa búsqueda, encontré una vieja noticia en Overnet que me llamó la atención. La misma se refería al gran recrudecimiento de las sectas de fanáticos que pululaban por todo el mundo. La mayor parte de esos grupos eran nada más que charlatanes que se habían subido a bordo de la locura que imperaba por esos tiempos. Pero dentro de la larga lista había un grupo, cuyo nombre logró sacarme del letargo informativo.

Su nombre era la Cofradía de la Cruz Daga.

Al leer ese nombre, mis recuerdos se retrotrajeron a la noche terrible que había vivido un par de años atrás. Ante mi volvió a hacerse presente la deforme figura del sacerdote. Recordé nuevamente cada una de sus palabras y a la afilada daga en forma de cruz que se había cernido sobre las cabezas de la capitana Molina y el físico Andersen.

-¡Ulric, creo que encontré algo!- Grité emocionado, y algo aterrorizado, por el descubrimiento.

Ben Zaffir, que en esos momentos se hallaba repantigado en su sillón fumando su pipa favorita, se irguió en el acto y se acercó a la mesa de trabajo, una auténtica Babel de libros, pantallas plásmicas y pads informáticos.

Cuando le hube enseñado el artículo hallado, permaneció unos instantes sumido en meditativo silencio y finalmente pulsó una de las pantallas. La misma se expandió de inmediato en el modo de búsqueda.

-Buscar cualquier referencia sobre la Cruz Daga- Dijo a la pantalla- Data no mayor a dos años.

Nuestros ojos devoraron ávidamente la información que íbamos obteniendo. Había al menos treinta menciones en el último año que se referían a la cruz mencionada por Ulric, todas ellas asociadas a una secta religiosa que había sido acusada en varias oportunidades de realizar toda suerte de ritos profanos, entre los que se incluían los sacrificios humanos.

Las autoridades mundiales, si bien nunca lograron probar ese último punto, habían intentado frenar las actividades de la misma. Por supuesto había sido totalmente inútil ya que, según había trascendido, algunos políticos de las altas esferas se hallaban entre sus filas.

-Esto es más grande de lo que pensaba- Dije consternado.

Mi cabeza comenzó a latir dolorosamente. Casi sin darme cuenta, acaricié mis sienes en un vano intento por alejar esa terrible molestia, que ya creía olvidada. Ulric no permaneció ajeno a mi súbito movimiento y levantó la vista de la pantalla. En su rostro se pintó el temor.

-Dewan... ¡Estás sangrando!

Mis enrojecidas manos corroboraron lo dicho por el profesor.

-Es mi enfermedad que está avanzando- Atiné a contestar con voz débil, mientras me limpiaba lo mejor que podía- Me siento muy agotado por toda esta búsqueda... creo que la emoción de este hallazgo disparó todo.

Ulric me tomó con firmeza del brazo y me hizo levantar del asiento.

-Querido amigo, creo que es hora tomar un largo descanso... Kheila se va a encargar de que comas algo decente y duermas algunas horas...

-¡Pero lo que descubrimos!... tenemos que seguir invest...

-De eso me voy a encargar yo- Me interrumpió- En esta área soy mucho más idóneo que vos, así que no hay peros que valgan ¡A descansar se ha dicho!

Por supuesto que el buen profesor tenía toda la razón del mundo, ya que ni bien apoyé mi cabeza sobre la almohada me vi prontamente sumido en un largo y reparador sueño, por suerte, carente de pesadillas o malos recuerdos.


CONTINUA...

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